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martes, 15 de enero de 2008

Experiencia en La Habana

Son casi las 2 de la tarde en La Habana y me hago una foto junto Hanna Shygulla en la terraza de una suite muy lujosa del mítico Hotel Nacional de Cuba donde se celebra un almuerzo al que me invitan los directivos de la organización junto a otros "privilegiados". Ella ha asistido invitada especialmente por el festival ya que la Diva tiene una larga y profunda relación no solo con la gente del Festival sino con la gente de Cuba, parece que está muy ligada a la isla por motivos muy personales. Y aquí estoy yo, asistiendo a uno de los festivales de mayor prestigio en la órbita del cine latinoamericano y tomándome una foto con la famosa actriz. No sé porqué pero tuve una constante impresión de que ella estaba fuera de contexto, como si fuera una silueta que no encontraba el cuerpo que proyectaba su sombra. Sonreía amablemente sabiendo muy bien quién ha sido, quién fue, casi cercana y amable a la vez, pero no es más que la pose de la Diva que a mi me produce un halo de triste lejanía. Pero volvamos al almuerzo. Primero debo decir que es algo así como un privilegio tremendo el que te inviten a este almuerzo, puesto quién lo hace, en apariencia, es nada menos que el mismísimo presidente del Festival, D. Alfredo Guevara, personaje relevante de la revolución. Amigo íntimo del comandante. No crucé palabra con él, solo le miré de lejos, como si mira a una pieza sublime de museo, a la que no se le puede acercar a más de tres metros de distancia. Ni siquiera te mira, no le importas lo más mínimo, pese a eso, todos notan su presencia y le observan con cierto aire de genuflexión contenida cargada de un paradójico y misterioso respeto. Le hice una foto, y se deja hacer como si fuera un cuadro respetable, una artística instalación viviente de envergadura, que no te conmueve, no te produce nada, pero que está ahí, presente en toda su dimensión histórica, lo que representa para Cuba, sabiendo el lugar que le corresponde en la historia y en aquél almuerzo tan extraño y estimulante a la vez. El documental lo había presentado la noche anterior en unos conocidos multicines, muy cerca del hotel. A la presentación asistieron alrededor de 60 personas de un total de cien butacas, más o menos. Debo decir con sinceridad que ha sido una de las presentaciones más entrañables que yo haya podido asistir hasta ahora, una experiencia increíble, con aquél público tan diferente al español, tan entregado, tan generoso. Inolvidable. El público de La Habana es sincero, humilde, generoso, ávido de cine. Es una verdadera fiesta del cine en la que toda una ciudad se involucra y se aboca a él. Además estaba la cuestión de la historia del documental, del tema de la película que nada tiene que ver con su mundo o con su historia. Pero la gente reaccionó muy bien, aplaudió honestamente al final y les gustó mucho, y lo decían con sinceridad, se les notaba que lo decían con la verdad más clara, transparente, sin hipocresías, como a veces -¡ay!- suele ser en nuestro país. Fue estupendo. Una experiencia maravillosa. Mi primer encuentro directo con un público extranjero y ha sido uno de las mejores experiencias que pueda vivir con esta producción. Ahora queda esperar otros festivales que están en camino tanto en España como fuera, así como la presentación en Granada, -en el Teatro Alhambra, aún no hay fecha- en Barcelona y otras ciudades de España. Y luego, ya veremos. Los directores independientes debemos ir abriendo camino y esperando las ofrendas y amarguras que ese camino nos deparará, es la suerte de directores como yo, que a base de mucho dar la paliza al Destino y cargado de hordas de esfuerzo, sacan adelante sus propios proyectos. Es trabajar contra y con el azar, a veces como aliado, y a veces también como enemigo. Con respecto a La Habana, espero poder volver alguna que otra vez porque me he quedado inyectado del milagro de su gente, de esa gente que produce algo tan increíble como es el milagro de sobrevivir, pura y simplemente. Salir a las calles de La Habana como yo hice, recorrer sus recovecos, ver a sus gentes en sus vidas cotidianas, visualizar a sus casas como si fueran estériles cuerpos que se están despellejando de tanto uso y de tanto salitre recalcitrante, hablar con su gente, conocerlas de algún modo, experimentar eso, ha sido para mí inolvidable, me ha marcado para siempre. Además, hice amigos. Conocí a una familia cuya madre luchó en la revolución, su hijo trabaja atendiendo un improvisado tenderete de humilde madera donde se dedica a reciclar los mecheros usados y ponerlos como nuevos para venderlos en la calle. Y los vende. Y vive de eso.




Le grabo este vídeo y en menos de lo que canta un gallo estoy en su casa hablando con su madre, su abuela, su tía y primas y primos, mostrándome su tremenda casa, enorme, toda una planta que la revolución regaló a la madre por su entrega y devoción a la causa. El hermano mayor vive en Brasil, algunos otros están en Miami, y mi amigo el "fosforero", persona maravillosa y generosa donde los haya, creo que sueña con verter sus aguas en otros ríos, pero ama tanto a Cuba, a La Habana, que se contiene. Creo que he hecho amigos para toda la vida en esta peculiar y maravillosa familia. Dejé La Habana lleno de recuerdos y deseoso de volver algún día.

Estos son Richard y Laura de la organización del Festival. Son tremendamente amables y encargados de aguantarnos hasta lo inimaginable. Dos buenos amigos que desbordan simpatía y amabilidad a raudales.



"Camaradas" chilenos, junto a la Diva


Multicine Infanta, donse se proyectó el documental




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Madrid, Madrid, Spain
Robándole al tiempo su alma