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lunes, 4 de abril de 2011

EN EL MONTAJE



Supervisar el trabajo que está desarrollando en estos momentos el montador de la película documental, me produce una cierta desazón e incertidumbre, pero no porque no tenga ninguna confianza en el montador, en su trabajo, ni mucho menos, es algo mucho más complejo, insondable y consustancial, supongo, con la naturaleza misma de lo que estamos hechos los realizadores, los autores. Aquél que crea. La duda, la insana fluctuación, entre los bueno y lo malo, lo inesperado, lo acertado o descifrado, son partes de una misma columna vertebral. Despierto por la mañana y en mi cabeza solo está presente el montaje. Todo el tiempo a toda hora, pese a que pueda estar inmerso en otro asunto, siempre estoy pensando en este montaje, en el montaje. Pero todas estas desarticuladas dudas que me atenazan, en ciertas ocasiones, se disipan de inmediato cuando llegó al estudio y veo el montaje. Veo esta película que tanto me está costando y me sigue costado terminar y se renueva en mí la esperanza. Observo como se va desarrollando, como va tomando cuerpo, vida propia, tomando su propio camino a través de unas pautas muy definidas desde el principio. Cuando me encuentro con este montaje mi emoción me embarga y me siento un afortunado, por que, debo decirlo, no muchas veces, muy pocas, en este país, encuentras a un buen montador de cine, no por sus meritos y premios, o por las múltiples películas que haya montado, por su prestigio, no, para mi eso no es suficiente, tiene que ver con el dialogo, con encontrar que este montador ha entendido bien los planteamiento y conceptos que como director, quiero expresar en esta historia, con eso que se llama poner todo de tu parte, en este caso el montador, para que funcione. Y eso es lo que está haciendo Jorge: un trabajo inspirador, creativo y emocionante. Un trabajo fantástico. La película funciona, tiene belleza, un concepto general muy claro de la historia, un buen ritmo con el que se está contado, una progresión, un punto de vista estético. Me recordó lo que siempre decía Truffaut a su montador: “lo mejor es enemigo de lo bueno”. Cuando le pareció que estaba bien, se acabó el asunto.

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