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sábado, 28 de marzo de 2009

LOS JOY DIVISION

Un sillón viejo quemado por las colillas inertes de los cigarrillos, una simple y vetusta lámpara que pareciera que ilumina hacia el infinito -en realidad es hacia una pared blanca que lo que encuentra es la nada-; unos discos consagrados en vinilo apoyados hacia la pared como en un altar bendito: en la portada de uno de ellos se aprecia el disco 'Transformer" (1972) de Lou Reed, popen de los 70, amo altanero y profeta emético de un tiempo que nunca jamás volverá. Una alfombra derruida, desgastada por los pasos silentes y murmurantes de sus habitantes: es la habitación tabernáculo de Ian Curtis, maestro confesor de los Joy División. O por lo menos lo que Anton Corbijn recrea como habitación del aciago Ian en su película 'Control'. Esta habitación, este espacio eterno, es también la habitación de todos nosotros: aquellos jóvenes que fuimos y que dentro de poco vamos a entrar en el tiempo-umbral de los 50 años, la habitación de aquellos jóvenes pertinaces que hemos sido y que ahora transitamos en este mundo pavoroso con algunos sueños rotos, reconstruidos, sueños hechos de retazos y fragmentos escuálidos que se formaron en la lona inverosímil de la ingeniería lógica del Destino azaroso. Aquellos gráciles años llenos de transformaciones estéticas y lúdicas, de drogas a mansalva, de juergas interminables, de rock'n roll, de sexo sin apaciguar, de mala música de grupos buenos como los Joy Division que reinventaron el rock dándole sentido musical y estético, con esas letras irrevocables... más allá de la mixtura mediocre de la música disco, que fue un intento fútil y descarado de manchar la música rock con la espesura transitoria de sus canciones pomposas, repugnantes. En medio de toda aquella vorágine inocua y fatua, los Joy fueron el Paraíso Perdido de Milton, la ballena blanca que persigue el capitán Ahab por los mares del pacífico sur, el cuervo de los misterios de Poe... un oasis en medio del desierto... Recuerdo que yo tenía una habitación similar, con mi equipo de música y mis discos, el cenicero con las colillas de los cigarrillos de 'maría' la que ha sido bendecida por la madre tierra; era mi caverna particular, mi espacio de sueños y esperanzas, donde me deleitaba con mis discos y mis grupos, entre ellos, por su puesto, los Joy Division. Esta simple habitación de la foto, está cargada de recuerdos, es muy evocadora. Simple elementos, pero contundentes. Los objetos hablan por si mismo, tienen su propio lenguaje, armonizan en el espacio como una brújula en medio de la noche eterna del mar eterno.

Back Ground

Mi foto
Madrid, Madrid, Spain
Robándole al tiempo su alma